La Leyenda del Tigrero

Un viaje por la cultura del Quindío: La Leyenda del Tigrero

“Estas son las escrituras de las tierras” … dijo el Tigrero, mientras arrojaba a los pies del Agente de  la compañía Burila, los cueros polvosos de algunos tigres que había matado durante tantos años de colonización en el Quindío.
Dentro de las Historias que combinan leyendas y fantasías de sucesos ocurridos en el pasado en Armenia, se cuenta la historia del Tigrero, personaje descrito como de porte recio y de regular estatura, de faz trigueña y bozo largo, ojos audaces dentro de tupidas cejas y un desgano orgulloso de varón que a nada le teme, montaba un caballo pardo claro y quien fue uno de los fundadores de la actual Armenia.
Había nacido el 11 de noviembre en Salamina (Caldas), hijo de José María Ocampo y María Josefa Toro, bautizado el 14 de noviembre de 1894 en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Salamina, La partida de bautismo aparece en el folio 109 de la mencionada parroquia
Se contaba entonces que entre guaqueros antioqueños de mediados del siglo 19,  se conocían historias como la siguiente:
—¿En estas espesuras habrá mucho tigre? —pregunta Miguel Santana dirigiéndose a Hermógenes.
—Están plagadas, mi amigo.
—Entonces estas selvas le quedan a la medida a Jesús María Ocampo —interpola Tomás Herrera.
—¿Cuál Ocampo? —indaga Basilio Valencia.
—Un amigo matatigres que tengo en Salamina. Cuando una fiera de estas se encapricha en algún paraje, los vecinos corren y le avisan a Ocampo. El cazador coge sus perros y su cuchillo y se adentra en los oquedales, blandiendo las 34 puñaletas de sus ojos. Es punto de honor suyo no retroceder en la empresa. De allí que jamás regrese a Salamina con las manos vacías. Tigre que persigue puede darse por muerto, porque este hombre nació para matar fieras como nosotros nacimos para guaqueros.
—¿Qué clase de trampas usa? —interrumpe Hermógenes.
—Qué va. Si fuera con trampas ni siquiera merecería contarse el hecho. Cualquiera de nosotros podría hacerlo. La gracia está en que Ocampo busca la fiera para enfrentársele, porque él sabe todas sus mañas. Conoce sus pisadas y sus rugidos y en el olor que despide el tigre sabe muchas veces a qué distancia se encuentra de su cuchillo
A mediados de 1900, los colonizadores antioqueños llegaron a estos territorios, entre ellos Jesús María Ocampo, quienes además de realizar la colonización de estas tierras vírgenes y baldías, ejercitaban funciones de guaquería y de tala de bosques y quienes se enfrentaron a las pretensiones de la compañía Burila, que sorpresivamente se presentaba como la única dueña del territorio.
Era, en tiempo de la colonia, la región del Quindío, una selva casi inaccesible y fantástica. Según el relato de Humboldt, Mutis y Caldas, era un “…sobrecogedor espectáculo: cumbres nevadas, precipicios insondables, ríos caudalosos, cadenas de montañas, grandes tormentas eléctricas que alumbraban las cumbres y los abismos, voces y ruidos desconocidos, selva impenetrable habitada por animales feroces, tigres, dantas, osos, la más variada fauna de aves, entre las cuales sobresalían los cóndores y toda clase de reptiles y los más variados y venenosos ofidios, también, la más sorprendente flora de plantas medicinales..”…”Esta naturaleza inexplorada, soberbia y salvaje, también, inconmensurablemente bella y rica, fue la que tuvieron que penetrar y domeñar los primeros pobladores para hacer la colonización del Quindío…esta tierra del Quindío estaba habitada, no sólo por cóndores andinos, sino por hermosos felinos que hasta principios de este siglo se paseaban orgullosos por toda la comarca. A estos emperadores de la selva se enfrentó Jesús maría Ocampo y tuvo que guerrear, a cada vuelta del camino, con sus felinas y rampantes garras .
Llevaba el remoquete de El Tigrero, por su valor y arrojo al enfrentar a los tigres que cundían en la zona en esos tiempos. Que, a decir verdad, no eran tigres, sino jaguares, pero que llevaban ese nombre por su parecido con los tigres que conocían los españoles
… “...el nombre de Tigrero se lo dieron por la circunstancia de que siendo como era, tan valiente y arrestado, se internaba en el corazón de la montaña, por uno, dos y tres días al cabo de los cuales regresaba con sus arreos de cazador que consistían estos en tres o cuatro pieles de tigre, fiera común en aquellos tiempos en estas regiones. Por este motivo sus coterráneos le denominaron El Tigrero...”
Según Nicanor Lopez, Jesús María Ocampo, lo pinta como “el patriarca voluntarioso cuya capacidad creativa se expresa en la gesta fundacional… fue el colonizador que con su familia a cuestas pretende encontrar nicho seguro para su vida futura y termina víctima del expolio de su tierra”.
Sobre la fundación de Armenia, Benjamín Baena Hoyos, en su novela histórica “El río corre hacia atrás”, hace un relato sobre la colonización y dice: “A Tigrero se le metió en la cabeza “de pica, les voy a fundar un pueblo en este lado del río”  Todo fue por el disgusto que tuvo con Eliseo Ochoa, que era corregidor del caserío de Calarcá, por no haberse podido poner de acuerdo para construir entre los Calarqueños y los de este lado del rio, un puente para ir a mercar en ese pueblo ya fundado.
...” También me contaba la abuela sobre la caza de tigres. Decía que Jesús María Ocampo se escondía detrás de un tronco y cuando venía el tigre lo cogía de la cola y le agarraba la cabeza a machete .
El Tigrero, como expresión épica del valor de un personaje que se enfrentaba al peligro y lograba vencerlo, es la figura valerosa de quien vence las dificultades aún a peligro de exponer su vida.
La colonización de las tierras del Quindío, por una raza de personajes, representados por la figura legendaria del Tigrero, refleja valores auténticos y heroicos de la historia colombiana, que no debe ser olvidada puesto que de estas leyendas se desprende una peculiar identidad y personalidad que los Armenios y Quindianos deben aquilatar y defender como un legado de su región: la valentía, constancia, dedicación, decisión, fortaleza a pesar de las dificultades
Por eso cuando los agentes de la compañía Burila, quisieron demandar los títulos de las tierras conquistadas a golpe de hacha y machete, solo obtuvieron la frase que encabeza este relato.
Henry Plazas Olaya




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