No fue sino acordarme de un amigo de infancia-adolescencia para alzar el teléfono y acordar con el una cita, precisamente donde tenia que ser; en el pueblito mas lindo por donde se mire: Guatapé, la ciudad de los zócalos y la piedra monumental, la ciudad de las fachadas de los mil colores y las gentes siempre sonrientes.
A sólo pocos kilómetros de Medellín y por excelente carretera que pasa por varios túneles modernos, llegamos a Marinilla donde nos sorprendió el museo histórico, sus bellas calles y parques y la amabilidad de su gente.
A solo media hora adelante, llegamos a Guatapé: algo que admiramos allí, además de los zócalos y colores de las fachadas de las casas, fue la excelente movilidad lograda con los motocarros, su pequeño tamaño y facilidad de manejo crea las condiciones ideales que muchas poblaciones del Quindío, desearían tener, puesto que los buses de turismo y carros particulares se guardan en gigantescos parqueaderos para que así, el turista pueda usar tales bien decorados motocarros para desplazarse con facilidad por toda la ciudad sin generar la congestión y saturación propia de las ciudades turísticas.
Ni que decir de la gigantesca mole del Peñol, la réplica del pueblito y el significativo Cristo del domo del antiguo y hundido templo, que aún emerge por encima de las quietas aguas del embalse.
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